domingo, 13 de diciembre de 2015

Nicaragua, país de lagos y volcanes, y café

Me queda poco de mi estancia entre plantaciones de café en Nicaragua, en dos semanas en las que he vuelto a ser voluntario a cambio de alojamiento, a través de la plataforma workaway. Los otros compañeros voluntarios también se han ido ya, así que "ahorita" tengo tiempo y además ganas de escribir acerca de la vida, costumbres y mis vivencias nicaragüenses. Algo distinto a los últimos diarios de viaje, bien!

Nicaragua es el país más pobre de Centroamérica y, después de Haití, el segundo más pobre de las Américas. Tiene una tasa de paro desmedida, al menos oficialmente, ya que la gente se busca el pan de cada día con los negocios que buenamente puede, siendo la venta de productos en la propia casa el más habitual. Las casas de una sola altura son la norma por aquí, así que no es difícil acondicionar una parte del rellano o recibidor para albergar un par de vitrinas y un cartel para informar de los panes o postres caseros que también forman parte de las mercancías a la venta, complementando las socorridas bolsas de patatas o botellas de agua. Otra fuente de ingresos debe de ser el ofrecer la pared de tu casa como valla publicitaria, ya que muchas están pintadas con anuncios, predominando los de las telefónicas Claro y Movistar (curiosidad: tal es la competencia entre ambas y las conexiones entre ellas son tan caras, que muchos negocios tienen dos números para llamarles, para que los clientes llamen en función de su compañía). Esta forma de anunciarse embellece y da colorido y alegría a pueblos y ciudades, a mi parecer.


El país se divide en tres zonas claramente diferenciadas. La región del Pacífico, salpicada por numerosos lagos y volcanes, es la más visitada; no en vano es éste el lema empleado por la agencia del turismo en Nicaragua. Explicaré más acerca de los lugares interesantes que visité en un diario de viaje separado. Al otro lado del país está la región del Caribe, selvática y de accesibilidad complicada, con pueblos de nombres ingleses y en los que el español deja paso al meskito de los nativos como idioma predominante. Por último, están las montañas del centro y norte del país, de clima más templado -hasta cierto frío por las noches, pero nada comparado con lo que hará ahora en diciembre en Europa- y economía basada en la tierra: cultivos de tabaco, maíz, y el más importante: café. Plantación, cuidado, cosecha, en innumerables fincas pobladas por trabajadores de la zona, que lamentablemente cobran menos de lo que sería justo por unas tareas manuales tan arduas. Aquí es donde me encuentro estas semanas, en el departamento de Nueva Segovia, a pocos kilómetros de la frontera con Honduras. Donde por cierto tuve un desafortunado desencuentro con la policía.

Policía que, como todo organismo público, esta fuertemente politizada, lo cual, como bien sabemos los españoles, no hace más que multiplicar los episodios de corrupción y asentar a los partidos en el poder. El sandinismo, como el chavismo venezolano, está presente en muchos ámbitos de la vida de los nicaragüenses, no sólo en los servicios públicos de un estado socialdemócrata al uso como la educación, sanidad, justicia o la mencionada policía, sino también en detalles más sutiles: banderas rojas y negras del partido sandinista al lado de la de Nicaragua, mismas banderas pintadas en farolas y vallas, el lema "Nicaragua unida, triunfa" en autobuses y aeropuertos, propaganda subliminal o no tanto en la radio (entre bachata y cumbia)... La responsable del proyecto del voluntariado me ha contado acerca de ello y, a pesar de ser un gobierno elegido en las urnas, se podría considerar dictadura encubierta. Es un estado que proporciona lo justo y suficiente para el ciudadano, pero limita todo lo demás. Ella tiene que quedar por skype con un amigo suyo de Dubai para comentar los libros que lee. Si lo hiciera con compatriotas, le mirarían mal. Sea como fuere, sirva esto simplemente como introducción a la situación política del país, tema polémico en el que no tengo intención ni ganas de profundizar aquí.

Sí voy a explicar más en detalle lo que ando haciendo estos días de voluntariado. La semana pasada la pasé en una finca de café en las montañas de Dipilto, que fue comprada hace pocos meses y estaba muy descuidada antes. En ella los nuevos dueños van a invertir tiempo y dinero para arreglarla y acondicionarla de tal forma que en dos o tres años dé café de calidad o especial. Conviví con los trabajadores, que ahora mismo están quitando la maleza a base de machetes, con el riesgo de autocortarse que esa herramienta conlleva. Ganan el equivalente a 4€ al día por 8 horas de trabajo, muy poco hasta para el país, pero al menos reciben también alojamiento y comida los seis días de trabajo a la semana. Están deseando que llegue la cosecha para ganar sobre 1€ por cada lata de café recogido, siendo habitual que cosechen de 5 a 12 latas al día. Mi aportación fue más bien escasa, un par de días ayudamos con labores de jardinería, y el resto nos dedicamos a recorrer la finca y recibir clases en campo sobre distintos aspectos de la cultura del café por parte del coordinador de voluntarios: variedades, plagas y enfermedades, técnicas de despulpado, lavado y secado, y un largo etcétera. Para alguien sin idea previa del tema y al que antes no le gustaba el café -es que aquí es otro rollo-, no está nada mal. La larga cadena hasta llegar a la taza en casa se completa con los exportadores e importadores, y los procesos de tostado y molienda. Conocimos a unos americanos que desempeñan estos roles en EEUU y estaban de visita a las fincas, y aprendimos mucho de ellos, a lo masterclass de los realities. Estaban aquí en Nicaragua para comprar directamente a los productores y eliminar intermediarios, a cambio de mejorar las condiciones de vida y salario de los trabajadores. Gente que no se conforma con el status quo y quiere cambiar las cosas a mejor, gente admirable.


Los fines de semana los he pasado en Ocotal, capital del departamento, en casa de la ya mencionada responsable del proyecto y una de las dueñas de la finca. Íbamos a haber hecho una cata pero no pudo ser. A través de ellas es como el café recibe una puntuación que lo clasifica según su calidad, como en el mundo del vino. Y esta segunda semana la he pasado en casa de una familia nicaragüense en el pequeño pueblo indígena de Mozonte, ayudando en su huerta privada a recolectar y desenvainar (a base de porrazos) frijoles, y a cosechar café maduro, todo para consumo privado así que no hay problema de recoger granos de peor calidad o de estar quitándole el pan a los trabajadores de una finca. Se nota la diferencia en los palos: allí en la montaña no pasan de los dos metros para que crezca a lo ancho y se coseche más fácil y rápido, y se cortan a los cinco años máximo para que nuevos recepos más eficientes los sustituyan; aquí en la casa los palos tienen treinta años y son bien altos, hay que investigar cómo doblar las ramas cargadas, que crecen hacia arriba en busca del sol, para llegar a sus frutos. Es un trabajo tranquilo y agradable, ya que hay bastante sombra a ras de suelo, mariposas te pasan al lado y se escuchan los petardos de las celebraciones de la Purísima Concepción y de la Virgen de Guadalupe de esta semana. Y no hay el estrés de cobrar por producción. La parte mala: las picaduras de hormigas y orugas que se esconden entre las hojas. Lo sé, no es para tanto.


Mentaré un par de cosas negativas para que no se diga que sólo escribo acerca de lo positivo y tuani (guay): la gastronomía y el trato de sus gentes. En cuanto a lo primero, las comidas suelen ser de tres tipos: arroz y frijoles, frijoles y arroz y gallopinto (arroz, frijoles y cebolla cocinadas en una masa homogénea). Siempre con tortillas (de maíz, quién pillara la de patatas). Y un cuarto ingrediente que varía entre queso fresco, huevo, o carne. Desayuno, comida y cena. Sí, es lo que estáis pensando, muy repetitivo. Pero es lo que comen aquí las familias ya que es lo barato y de fácil producción, así que me toca adaptarme. El empacho que me voy a coger estas Navidades a todo lo que no sea arroz y huevo va a ser épico. Ya que he empezado con el tema gastronomía, tienen platos ricos, como el vigorón, la sopa de res, el baho o los nacatamales, e ingredientes nuevos como la yuca, la malanga o más verduras con nombres que no me apunté, además de frutas como la granadilla o la chicha con las que hacer frescos (nada de refrescos, esto es como lo de estregar y restregar) o jugos riquísimos. En cuanto al trato, no es que sea malo, pero son muy ariscos, especialmente si se ponen en comparación con los habitantes del sudeste asiático, que siempre tienen una sonrisa en la boca al saludarte cuando se cruzan contigo por la calle. Aquí son miradas toscas, casi agresivas, en la mayoría de los casos por parte de los hombres. Las de las mujeres son más de curiosidad. Los jóvenes te sueltan un "hello how are you?" con un hilo de sorna que personalmente no me gusta nada. Y los niños pequeños te ven y piden un córdoba o un dólar con desgana y sin ninguna insistencia, sólo por probar. Además, demuestran muy poco entusiasmo para saludar, agradecer o despedirse: "a la orden", " dale pues". Cierto es que cuando les conoces más a fondo son más abiertos y acogedores. Pero en las primeras conversaciones, también en las tiendas u hostales, son bastante ariscos. Creo que es algo general de Latinoamérica por lo que recuerdo del Perú, veremos en Costa Rica.

Comienza la cuenta atrás! Por un lado con ganas de volver ya, por otro pereza máxima.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Indonesia, diario de viaje

Siempre dejo el blog para el último momento, soy lo peor. La excusa de que no tengo tiempo como que es menos creíble cuando he tenido ni más ni menos que 55 horas de viaje (siiiip, más de dos días seguidos) en las que podía haberme dedicado a ello. O horas muertas en el barco de los últimos días en el Sudeste asiático -pero 1986 de Orwell estaba tan interesante...

Indonesia, Indonesia, Indonesia... Sentimientos encontrados tengo con este país del que sólo he viajado una pequeña parte. Pequeña introducción: un total de alrededor de 17.500 islas componen este macro país-archipiélago, desde la amenazada y poco querida Sumatra al oeste hasta la lejana y exótica Papúa al este, pasando por las menos conocidas pero que pronto saltarán a la escena turística Sulawesi (Célebes) y Flores. Tras China, India y EEUU, es el cuarto país más poblado del mundo, con la mitad de sus habitantes viviendo en una de esas islas, Java. La mayoría de la población es de religión musulmana como en Malasia, con la turística e hinduista Bali como la excepción más notoria a la norma.

En comparación con Malasia, el país es más barato claramente, exceptuando, otra vez, a Bali. La comida es contradictoriamente similar pero distinta, "same same but different". Malasia en esto es imbatible. La gente por lo general tiene un menor nivel de inglés y eso hace que sean menos abiertos, o esa sensación es la que me llevo. Y pega mucho, pero mucho más el sol, por los simples motivos de cercanía al ecuador y que aquí no había la niebla continua de los incendios. Caprichos de los vientos.

No entré en el país con buen pie. Me cobraron un visado a la llegada que no esperaba por entrar por un aeropuerto menor, y el joven que me ayudó aprovechó para llevarse una suculenta comisión. No tenía descargadas las indicaciones al hostal y tuve que pagar un taxi por diez veces más de lo que hubiera costado el autobús. Todos los que me hablaban en la calle central querían lo hacían con el objetivo de sacarme los dineros intentando colocarme pinturas tradicionales falsas. Tampoco acabé con mejor pie: la erupción del volcán Rinjani en Lombok, la isla al este de Bali, originó una nube de cenizas -como la del islandés Eyfaljallajokull en 2010- que causó numerosas cancelaciones de vuelos. Incluidos el de un amigo que me venía a visitar con todo ya medio planificado, y el mío hasta Sydney. Por esto y porque no estaba dispuesto a quedarme varado en Bali como cientos de australianos, tuve que continuar hasta América con un "pequeño" rodeo.

Por contra, hubo muchas buenas experiencias, que relato a continuación en cada párrafo.

Yogyakarta (5 noches):
Enclavada en Java Central, es la ciudad universitaria de la isla y su mayor atractivo turístico son los dos impresionantes templos de Borobudur y Prambanan, budista e hinduista, respectivamente. En ellos, acababas harto de los jóvenes locales que te usaban para practicar inglés y te pedían selfies cada media hora. El volcán Merapi, de los más activos en la actualidad, observa la ciudad desde las alturas y asusta a sus habitantes cada pocos años.
Un cúmulo de casualidades, o el destino, quiso que acabara en un albergue cuyos dueños se proponían que tanto ellos como los huéspedes fuéramos como una pequeña familia, y lo conseguían. Celebramos el cumpleaños de la dueña con comida javanesa (de Java, vamos) cortesía de sus padres. Me ofrecí y atreví a cocinar tortilla de patatas (ese momento crítico de darle la vuelta). Fuimos todos juntos al museo y me dejaron conducir la moto por esa caótica ciudad. Incluso un muchacho local se abrió a contarnos cómo es ser homosexual en un país como Indonesia. Les debo una review en tripadvisor, que tampoco he tenido tiempo ^^.





East Java (2 noches):
Interminables trayectos en minivans me llevaron a la provincia de Java Oriental. Todos los turistas hacemos la ruta Bromo-Ijen y salimos en dirección a Bali, pero por las ventanillas se veía mucho más potencial a la región: pueblos en laderas de montañas rodeadas de nubes, o quizás sean volcanes humeantes, cultivos en terrazas, clima templado de la meseta en comparación con el calor sofocante de las tierras bajas.
Un madrugón fue para ver el amanecer sobre el volcán Bromo y el "mar de arena" que lo rodea, sagrados para los hindúes, que se refugiaron en esta zona cuando arribó el islam y desplazó a las otras religiones que predominaban en la isla. Creo que ha sido el momento que más frío he pasado, al salir de la cama a las 3 de la mañana a esas alturas. Voy a tener un shock térmico cuando vuelva directito al invierno.
El segundo madrugón, si se puede considerar como tal el despertarse poco después de la medianoche, fue para ver el llamado blue fire, que realmente no es fuego azul, sino llamas azules que toman ese color del alto contenido en azufre. Para verlo hay que llegar al cráter del volcán Kawah Ijen antes de las 4 de la mañana, con una caminata a oscuras y con una máscara de gas. Además, se ven las duras condiciones de los mineros, que extraen el azufre sin protección ninguna y cargan hasta 70kg del mineral cráter arriba a pulso.






Bali y Lombok (5 noches):
Como mi amigo no pudo venir por culpa del dichoso volcán, y lo había planificado él todo, no tenía muchas ganas de ver la isla sin él, que ya bastante con que le fastidió las vacaciones. Así que, dejando Bali para en otra ocasión, decidí tomar el ferry a la vecina Lombok y de ahí contratar un viaje en barco con el objetivo de ver los dragones de Komodo.
Las dos últimas noches en Bali después del barco me las tomé con calma para lavar, escribir, leer, relajarme y también estresarme una vez me enteré de que mi vuelo estaba cancelado.
De lo que vi, la capital cultural Ubud era fascinante a cada paso, el hinduismo predominante se respiraba en cada esquina, y en la capital de la fiesta Kuta había mas australianos que locales.

Barco a Komodo y Flores (4 noches):
Desde un destartalado puerto en las faldas del majestuoso (e hijo de fruta) Rinjani partía el barco que sería mi hogar los siguientes cuatro días y sus correspondientes noches. Junto a otros 30 pasajeros y 9 tripulantes, atracamos en idílicas playas con corales para hacer snorkel, nos tiramos desde la borda para nadar hasta la costa y, ante todo, disfrutamos de unos amaneceres y anocheceres espectaculares y de una bóveda celeste totalmente estrellada, perdiendo la cuenta de las estrellas fugaces que surcaban el oscuro cielo sin luna. Al dormir al raso en la cubierta, éste era el techo de mi habitación.
Los dragones de Komodo, que sólo pueden encontrarse en las islas de Komodo y Rinca en Indonesia, son unos lagartos gigantes, de hasta 3 metros de longitud, peligrosos tanto para los humanos como para sus crías, ya que son caníbales. Sus movimientos son lentos y parecen inofensivos, pero en corta distancia pueden emboscar a su presa con gran rapidez. Se guían a través del olfato con su viperina lengua amarilla.






Escribo estas líneas desde la idílica isla de Ometepe, en Nicaragua. Me han aceptado como voluntario en una finca familiar para ayudar en la temporada de recolecta del café. Nunca me ha gustado, pero quién sabe, igual no es mal momento para aprender (obligarme) a saborearlo.

Comienza la cuenta atrás, último mes...

lunes, 2 de noviembre de 2015

Borneo, diario de viaje

No son estas entradas de repasar los lugares por los que he pasado las que más me gustan, pero las otras más temáticas no se me ocurren con tanta frecuencia, necesito inspiración. Sin embargo, hay lobbies en la sombra interesados en que no se reduzca la frecuencia de actualizaciones, y he de cumplir con estos grupos de presión (hola, mamá). Así pues, aquí viene un resumen de mis dos semanas y media en Borneo.

A modo introductorio, comentar que Borneo es la tercera isla más grande del mundo, después de Groenlandia y Nueva Guinea. Administrativamente se divide en tres países: el sultanato de Brunei, el estado indonesio de Kalimantan y los estados malayos de Sabah y Sarawak. En estos últimos es donde he estado, por varias razones: visados (en Malasia tienes 90 días on arrival), infraestructuras (Kalimantan esta muy poco desarrollado), facilidad para volar y mayor cantidad de viajeros y mochileros. Básicamente, mayor comodidad a cambio de menor aventura. Todo esto es también por lo que alteré la ruta original de ir a Sumatra, Indonesia.

Supongo que a muchos de vosotros, como a mi cuando empecé a considerarla como destino, Borneo os trae a la mente la idea de selva virgen, exploradores abriéndose paso a través de frondosos bosques y ríos afestados de cocodrilos, tribus indígenas que viven en comunión con la flora y fauna y, en definitiva, naturaleza en su estado más puro. Lamentablemente, esto (ya) no es así, y la deforestación para dejar hueco a las plantaciones de palma de donde obtener aceite afecta a una gran proporción de la superficie original de selva. En mis trayectos en autobús a lo largo y ancho de Sabah, en el norte, el 90% del tiempo el viaje transcurre entre plantaciones, y las palmas se extienden hasta donde abarca la vista. En palabras de un malayo que trabaja en una plantación, si sigue al mismo ritmo, en 10 años no quedará prácticamente nada. Muchas especies de plantas y animales, la más conocida por todos el orangután ("el hombre del bosque"), están ya en peligro de extinción, ya que hemos destruido su hábitat natural. Ver unas criaturas tan humanas y pensar que futuras generaciones posiblemente no los vean, da mucha rabia. Y también impotencia, ya que probablemente sean las ganancias a causa de estas plantaciones las que hayan llevado a Malasia a ser uno de los países más prósperos y ricos de la zona. Lo he notado nada más pisar suelo indonesio. Me voy de la isla con las ganas y la promesa personal de ver algún documental acerca de este tema.

La deforestación, actualmente concentrada en Indonesia (Sumatra y Kalimantan), al realizarse mediante incendios controlados, es la causante de una nube de humo o smog que este año en concreto lleva durando semanas. A mi me ha afectado tanto en la Malasia peninsular como algunos días en Sabah, e incluso se oye en boca de otros viajeros que ha alcanzado lugares tan lejanos como Tailandia o el sur de Indochina. Un problema adicional que no sólo fastidia las vistas y las fotos a los turistas, sino que estropea la calidad del aire que respiran las personas que la padecen a diario, hasta el punto de hacer que los niños permanezcan en casa y no vayan a clase por indicación de los gobiernos.

Kota Kinabalu (2 noches):
Capital del estado federado de Sabah, no es una ciudad con encanto ni atracciones turísticas más allá que un mercado nocturno con una gran variedad de pescados frescos. Aquí se aterriza desde KL y se toma como punto de partida. No pocos visitan las islas cercanas como Gaya, Sapi o Mammukan para hacer snorkel o buceo, aunque en palabras de una chica que vivió aquí, están llenas de chinos que escupen y roban corales. Otras excursiones de día incluyen visitas a "pueblos culturales" donde descubrir las formas de vida tradicionales de las tribus originales de la zona (imagino que adaptadas a los tiempos de los smartphones) y también al monte Kinabalu, el más alto de la isla y del sudeste asiático. Antes del terremoto de junio podía escalarse y subir a la cima, ahora la ascensión está cerrada y la ruta siendo rehabilitada. Una suerte para mi, porque la excursión era bastante cara. Como muchas cosas en Borneo, para desgracia y lamento del viajero con presupuesto limitado.
En mi hostal aquí dormí acompañado. De unas simpáticas criaturas llamadas chinches. Era la segunda vez en el viaje que me picaban, y las picaduras eran mucho menos intensas. O me estoy volviendo más resistente a sus picaduras o bien eran menos esta vez. Para mi que lo último, ya que las del hostal decían que limpiaban todos los días. Entre búsqueda y caza de chinches conocí a Jule, la alemana que ha sido mi travel buddy -compañera de viajes- estas dos semanas en Borneo.

Río Kinabatangan (2 noches):
Primera toma de contacto con la naturaleza de la isla. Dormimos en un refugio al lado del río, con un muelle desde el que salían las barcas con las que dábamos una vueltecilla en busca de fauna salvaje. Es posible ver orangutanes en libertad, pero yo no fui tan afortunado. Lo que sí vi fueron monos proboscis, con una nariz grande y característica. Hornbills, o aves con pico en forma de cuerno. Familias de macacos. Pájaros de colores. Ranas, arañas, escorpiones, lagartos y demás animales así ya menores. Lo más fácil es que veáis las fotos. Gracias cámara por tu mega zoom.






Sepilok y Sandakan (3 noches):
Si Mahoma no va a la montaña... Ya que no vimos orangutanes en libertad, fuimos a un centro de rehabilitación a donde los llevan cuando los encuentran perdidos sin su familia. Les enseñan las habilidades que deberían aprender de su madre, como a buscar alimento, hacer nidos en las ramas, trepar... Cuando están ya totalmente capacitados para vivir en libertad, simplemente se pierden en la selva (el centro no está vallado) y, con suerte, no volverán a tener contacto con el ser humano.
Un día en Sandakan, antigua capital de Sabah venida a menos, lo usamos para descansar. Lavar la ropa, vaguear en el hostal, comer con tranquilidad, planear la logística de los días siguientes. Algo inherente a viajar sin la ruta predefinida, y necesario de vez en cuando.




Semporna y Mabul (4 noches):
La isla de Sipadan es, según el conocido oceanógrafo Jacques Costeau, la mejor del mundo para bucear. Es sólo accesible para buceadores avanzados, y la tasa a pagar a las autoridades encargadas de su conservación es bastante elevada. Nosotros hicimos el curso básico, el Open Water, en Mabul, una isla cercana a Sipadan. Pudimos ver tortugas marinas, rayas, morenas, barracudas, peces como el de buscando a Nemo, serpientes marinas, peces piedra, peces escorpión, e infinidad de peces de todos los colores y tamaños.




Kudat (2 noches):
Estancia con una familia de locales en el norte de la isla, el llamado Tip of Borneo. Fui con ellos a la iglesia, y me invitaron a la celebración de cumpleaños de los niños que cumplían años en el mes de octubre. Fue una comida con todo el pueblo, en la que obviamente llamaba la atención el extranjero y la comunicación conmigo era por gestos. También nos llevaron a ver las plantaciones de arroz de las que se autoabastecían varias familias, en la parte descubierta de atrás de un camión con tracción a las cuatro ruedas por caminos de tierra. De nuevo, palmas por todos lados. Por último, nos descubrieron una playa secreta en un pueblo desconectado del turismo, con aguas cristalinas.
Esta experiencia local fue una de las mejores de estas dos semanas en Borneo, sin duda. La gente vive de forma humilde, sobre todo en lo que a la vivienda se refiere, pero no lo consideraría pobreza, en comparación con Ghana. Aquí tenían comida, un techo, televisión y smartphones.






Kuching (4 noches):
Sacrificando ver media isla de Java, volé para tres días a la capital de Sarawak, en el suroeste. De momento, es el lugar más cercano al Ecuador en el que he estado, a apenas grado y medio de latitud. En el parque nacional de Bako volvimos a ver monos narigudos, además de jabalíes salvajes, macacos ladrones, plantas carnívoras, cangrejos enormes, acantilados, playas y manglares. Totalmente imprescindible en la zona, a diferencia de un museo cultural con casas tradicionales de las tribus originales, que fue un poco decepcionante. Las llamadas longhouses eran y son casas comunitarias en las que viven varias familias. Con el tiempo y para acoger nuevas familias se iban expandiendo a lo largo, de ahí su nombre.
El hostal fue de los mejores que he estado, y la gente en ella, muy simpática y amigable, con ganas de hacer planes comunes. De hecho, un día salimos de bares y descubrimos la vida nocturna de la isla, siendo el centro de atención de allá donde fuéramos. Lástima que tuviera ya comprado el vuelo a Java, me hubiera quedado hasta Halloween con ese grupo. No siempre se puede improvisar, lamentablemente.






Y ahora me encuentro en Java, en Indonesia, donde ya no hay niebla y el sol pega de lo lindo. Últimas dos semanas en el sudeste asiático.

viernes, 16 de octubre de 2015

Malasia peninsular, diario de viaje

Una vez finalizada mi estancia en Malasia occidental, y por actualizar esto un poco, voy a dedicar una entrada a contar mi recorrido y desventuras por cada etapa. Igual alguien en un futuro se "acerca" por aquí y le sirve de algo. Aunque, spoiler alert, no es de los países más espectaculares de la zona. Pero vamos poco a poco:

Kuala Lumpur (4 noches):
Capital federal y hogar de las famosas torres Petronas, que un día fueron las más altas del mundo, siendo superadas en 2003 por el Taipei 101. Como el caso es ser el más en algo, tienen el honor de ser las torres gemelas más altas del mundo. La ciudad no es especialmente caótica, pero carece de templos o edificios carismáticos como los de Bangkok. La enorme estatua del dios hindú Murugan enfrente de las Batu Caves, a las afueras de la ciudad, es lo más espectacular. El chinatown, animado pero bastante normalito. Lo más curioso, la mezcla de etnias del país: malayos (musulmanes), chinos e hindúes. Personalmente, lo que me llevo de KL es el haber conocido a tantos y tan interesantes viajeros (ver entrada anterior).


Malaca (1 noche):
Pequeña ciudad cercana a KL, con gran bagaje cultural e histórico. Centro del comercio alrededor del estrecho al que da nombre, perdió importancia en favor de los enclaves de Penang y Singapur. Este lugar, declarado Patrimonio de la Humanidad, alberga edificios y ruinas de la época colonial, tanto de portugueses como de holandeses e ingleses, a poca distancia de templos musulmanes, budistas e hinduistas. El fin de semana hacen un mercado nocturno muy animado, pero fuera de él, es bastante tranquilo.


Taman Negara (2 noches):
Literalmente Parque Nacional, y como este es un concepto algo vago, lo concreto más: Selva. Humedad. Naturaleza en estado puro. Hice un trek en el que dormimos en la jungla en un refugio con un mirador a una charca con aguas con sales minerales. Por ahí se pasaron unos cuantos ciervos y vacas, en su versión asiática de cuyo nombre no quiero (ni puedo) acordarme. Distinguirlos en mitad de la oscuridad de la noche, sólo perturbada por relámpagos y truenos, no era tarea fácil. Por suerte, coincidí con un entusiasta de la naturaleza, español también, que demostraba verdadera pasión. A mitad de la caminata de vuelta, tras 6km, nos rajamos y dejamos que nos "rescatara" un barco de nativos, por un módico precio.



Cameron Highlands (horas...):
Enormes plantaciones de té, bastante bonitas... por lo que he podido ver en Pekín Express y en las fotos de otra gente, porque en mi presencia era todo una nube blanca continua. Así lo vi desde el bus nada más llegar, y por este y otros motivos que dejo para una futura entrada, decidí no permanecer allí y continuar hacia el siguiente destino.



Penang (4 noches):
Isla en el estrecho de Melaca, cuya capital, George Town, siempre recordará mi estómago como uno de los mejores sitios que le ha alimentado. La variedad étnica del país se refleja en su gastronomía, y en Penang, no sabría decir por qué exactamente, esto se magnifica. Sus calles, en una mezcla de la antigüedad que emanan sus edificios coloniales o sus templos y la modernidad de su arte callejero o sus cafés tan originales, que bien podrían estar en Berlín o en Nueva York, invitan a perderse en ellas y olvidarse de mapas y rutas.



Langkawi (5 noches):
Archipiélago cuya isla principal tiene el tamaño perfecto para ser recorrida en moto con calma y tranquilidad. La vespa de alquiler daba la libertad para moverte donde y cuando quisieras, sin depender de transporte público y a precios irrisorios. Sobre todo el de la gasolina, que de los tres euros que eché la primera vez, me sobraron dos. Exploración de cascadas, playas, montañas y mercadillos nocturnos con la libertad añadida de ir en solitario, ya que tuve la mala suerte de estar en un albergue vacío (pegas de la temporada baja). Aunque ahora visto en retrospectiva, igual no fue tal: estando solo entablas conversación con multitud de gente local.




Otros destinos habituales para viajes por Malasia, por los que yo no he pasado, son:
- Singapur: básicamente, me descuadraba el presupuesto y no me llamaba la atención, aunque muchos, incluidos mochileros low-cost, lo han recomendado, por un par de días. Quien vaya, que no se le ocurra meter chicles, que están prohibidos.
- Islas Perhentians: pequeñas islas en la costa este, donde a principios de octubre empieza la intensa temporada de lluvias, y cierran muchos alojamientos y bares. Famosas por sus playas y sus corales para hacer snorkel o buceo.

¡Seguiremos informando! Voy a ver si compro ya el vuelo para Java.

viernes, 2 de octubre de 2015

Viajeros empedernidos

Se acabó la etapa africana del viaje. Llevo ya unos días por el sudeste asiático, pero aún no había sacado tiempo para escribir algo para el blog. Ahora, ya en una habitación sola para mi, en una planta del hotel ocupada por familias malayas e hindúes que sospecho residen permanentemente aquí, y en una ciudad en mitad de Malasia en la que solo caemos atrapados los incautos que perdemos los últimos buses del día en dirección a lugares más turísticos, es un buen momento para ello.

De momento no he encontrado lugares paradisíacos, exóticos, impresionantes, que corten la respiración, de esos que subes fotos a las redes y envías a los veinte grupos de whatsapp para dar envidia enseñar dónde estás. Me da que los malayos o google hacen un poco de trampa con las fotos que se ven en internet. O igual estoy teniendo mala suerte, o el tiempo de la temporada húmeda no ayuda. Un cielo azul bajo un sol abrasador siempre sube varios puntos a las fotografías, potencia las experiencias y asienta los buenos recuerdos de los viajes. En una semana, sólo he visto el cielo blanco de nubes, el horizonte difuminado del humo procedente de los incendios (deliberados) de Sumatra, y las lluvias monzónicas intensas aunque, por suerte, cortas.

Tampoco es que me importe, porque no es que haya venido expresamente por eso y porque paisajes paradisíacos tenemos en España, no hay que irse tan lejos. Lo que de momento más me ha fascinado es la experiencia de conocer a gente que ha viajado mucho tiempo y por muchos lugares, casi siempre en el sudeste asiático, donde el dinero cunde de lo lindo. Llamémosles los viajeros de larga duración.

Kuala Lumpur es el hub de AirAsia. Para el que no lo conozca (osea, para el que no haya viajado nunca por este rincón del mundo), AirAsia es el equivalente a Ryanair por aquí. Vuelos entre Australia, China, Vietnam, Laos, Camboya, Myanmar, Tailandia, Malasia, Indonesia, Filipinas, India... a partir de 20-30 míseros euros. Sin tener que reservar con más antelación que una semana. Esto hace la capital de Malasia el perfecto lugar para esperar al vuelo en oferta al destino señalado, y los viajeros de larga y también corta duración habitan sus albergues y hostales.

La noche nada más llegar, conocí a varios de ellos. El ritual de aproximación es fácil, ya que son gente sociable. ¿Dónde vas, dónde has estado, cuánto tiempo llevas viajando, cuánto más te queda? Un chico llevaba dos años viajando y se volvía al día siguiente. Cuatro meses en la India le habían hecho cambiar el modo de ver la vida, e invitaba al resto a dejar atrás prejuicios e ir: "Just fucking go to India". Una chica llevaba 14 meses sin volver a su ciudad. "I simply got sick of England". Estaba esperando tranquilamente su visado de Australia para ir a trabajar y hacer dinero para seguir viajando. Otro chico volaba en pocas horas a una playa perdida de Filipinas para esperar de una forma barata a la temporada de la recogida de la fruta también en Australia, donde proseguía su viaje de varios meses. 

Por lo que parece, todos estaban dispuestos a gastar hasta el último euro, dólar o libra de sus ahorros, incluso en endeudarse, con tal de seguir en movimiento, de vivir el momento. En mi opinión, una postura un poco idealista, hasta irresponsable, pero de alguna forma admirable. Nadar a contracorriente.

Y ahí estaba yo, recién llegado a KL, sin más reserva que las dos primeras noches allí y preparado para dejarme llevar donde me guíen los experimentados. Y la Lonely Planet, claro.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Ghana, primeras impresiones

Pues parece que el blog no está siguiendo el ritmo de publicaciones que me planteé en un principio.. Entre las vivencias diarias, los viajes de un lugar al siguiente y el mantener el diario actualizado, puedo sacar menos tiempo del calculado.

La parte europea ya es demasiado tarde para explicarla. Espero hacerlo a posteriori; notas he tomado. Decir solamente, en clave de actualidad, que he vivido la crisis migratoria europea nada más llegar a Belgrado, Serbia. Un drama.

Hoy, que me he despertado un rato largo antes del horario habitual y estipulado para trabajar, me lo tomo para escribir. Estoy a mitad de mi estancia en Ghana y he experimentado lo suficiente como para transmitir algunas nociones básicas sobre este acogedor país y, si se me permite la extensión, sobre este maravilloso continente.

Me encuentro en un minúsculo poblado al que se llega por un camino de tierra de un naranja tan vivo que me tiene fascinado. La vida es, como para la mayoría de los ghaneses fuera de Accra, eminentemente rural. Los gallos que deambulan con sus crías por el recinto cantan al amanecer. Los jóvenes y no tan jóvenes caminan cientos de metros (suerte, que podrían ser millas) todos los días a la fuente a bombear el agua necesaria para la ducha, la colada, la cocina o las tareas de construcción. Estas son puramente manuales, sin máquinas que faciliten el mezclado del cemento o el trabajado de las barras de acero corrugado. La alimentación es sencilla y picante, cocinada en una lumbre de carbón al aire libre. La electricidad para bombillas y ventiladores no está garantizada. La basura no se recoge sino que se almacena y quema cuando se acumula la suficiente cantidad.

La pobreza y la bondad de la gente están presentes en todo momento. La chica que no puede pagarse continuar sus estudios pero regala una pulsera a una voluntaria. El niño que no tiene manera de conectarse a su cuenta de facebook pero se ofrece a llevarte a conocer su barrio. El joven que busca trabajo en la misma ciudad en la que da clases gratis de baloncesto a niños que no se lo pueden pagar. Los trabajadores de la ONG que viven en una humilde casa comunitaria a las afueras de Accra. El vendedor de tambores que sin compromiso nos imparte una clase de cómo tocarlos. Niños con ropas ensuciadas de la tierra que corren a tu grupo a preguntar los nombres de todos y cada uno de nosotros obroni, piel blanca.

El paisaje es verde hasta donde abarca la vista. Espesa vegetación que sirve de hogar a me pregunto cuántas familias, que viven en condiciones aún más primitivas o básicas que en los poblados. Las distancias son largas para cualquier trayecto, ya que las carreteras son sinuosas y los vehículos antiguos. Circular con un puente bajo el volante, cuatro personas en la parte de atrás de un taxi, o que éste se estropee en mitad de la carretera y haya que cambiar a otro distinto, no es motivo de sorpresa.

La vida comercial parece discurrir a los lados de las carreteras, o incluso dentro de ellas. Tiendas con productos de todo tipo montadas en contenedores de chapa o cobertizos de ladrillo visto se agolpan en las inexistentes aceras o arcenes por los que caminan paseantes a pocos centímetros de los coches. O mejor dicho, taxis y tro-tros -furgonetas colectivas que hacen las veces de autobuses interurbanos-, los dos tipos de vehículos más comunes. En los cruces, hordas de vendedores ambulantes aguardan pacientes al semáforo en rojo para echarse a la calzada y buscar potenciales clientes entre conductores y pasajeros. La oferta es impresionantemente variada: desde una útil bolsa de agua o de aperitivos hasta tarjetas de memoria para cámaras, ambientadores de coche, juguetes o incluso trampas para ratones.

Hasta aquí la primera publicación sobre el país africano, que no me da tiempo a más. Nos vamos de fin de semana a las Wli waterfalls, en la frontera con Togo.

PD: Escribo esto desde el móvil así que no se qué formato tomará en la web, pido disculpas por adelantado si no queda bien o es difícil de leer.

domingo, 9 de agosto de 2015

Mándame una postal

¡Ya hemos arrancado! Escribo estas palabras desde la estación de Ljubljana, donde en dos horas tomamos el tren a Zagreb.

El diario no está tan al día como debería, pero el poco rato que no es de turisteo y de caminar ciudades, es necesario para descansar y retomar fuerzas, también mentales. Este calor húmedo es agotador.

Aún me queda una entrada bajo el epígrafe preparación que publicar, y es acerca del botón de donar que hay en la columna de la derecha.


La idea no es que donéis para financiarme todo el viaje, que de eso ya me he encargado yo vía ahorro, pero una ayudita nunca está de más. Aunque ciertamente sorprende saber que, con lo que en España me invitaríais a un cubata una noche de fieshta, en Java es lo que te puedes gastar en un día (o en dos si se activa el modo austero).

Más bien lo tengo pensado como una especie de servicio de "petición de postales" del país, ciudad o lugar concreto del que queráis recibirla, y por el que tenga planeado pasar (ver la ruta). ¿Ganas de decorar la nevera con una paradisíaca playa de Malasia, un fiero volcán de Java, un adorable mono de Costa Rica, una sonrisa de un niño ghanés?

No hay una cantidad mínima requerida. Ni máxima, claro. A cambio de vuestra voluntaria aportación y por tanto de vuestra muestra de apoyo, yo os envío la postal pedida a la dirección que me indiquéis por correo electrónico, por el blog o vía Facebook. Lo que me cueste luego enviarla va de mi parte.

En resumen, he intentado dar la posibilidad, a quien buenamente pueda y quiera, de contribuir a esta experiencia, y a la vez de llevarse algo para sí. ¡Espero que tenga buena acogida!