domingo, 13 de diciembre de 2015

Nicaragua, país de lagos y volcanes, y café

Me queda poco de mi estancia entre plantaciones de café en Nicaragua, en dos semanas en las que he vuelto a ser voluntario a cambio de alojamiento, a través de la plataforma workaway. Los otros compañeros voluntarios también se han ido ya, así que "ahorita" tengo tiempo y además ganas de escribir acerca de la vida, costumbres y mis vivencias nicaragüenses. Algo distinto a los últimos diarios de viaje, bien!

Nicaragua es el país más pobre de Centroamérica y, después de Haití, el segundo más pobre de las Américas. Tiene una tasa de paro desmedida, al menos oficialmente, ya que la gente se busca el pan de cada día con los negocios que buenamente puede, siendo la venta de productos en la propia casa el más habitual. Las casas de una sola altura son la norma por aquí, así que no es difícil acondicionar una parte del rellano o recibidor para albergar un par de vitrinas y un cartel para informar de los panes o postres caseros que también forman parte de las mercancías a la venta, complementando las socorridas bolsas de patatas o botellas de agua. Otra fuente de ingresos debe de ser el ofrecer la pared de tu casa como valla publicitaria, ya que muchas están pintadas con anuncios, predominando los de las telefónicas Claro y Movistar (curiosidad: tal es la competencia entre ambas y las conexiones entre ellas son tan caras, que muchos negocios tienen dos números para llamarles, para que los clientes llamen en función de su compañía). Esta forma de anunciarse embellece y da colorido y alegría a pueblos y ciudades, a mi parecer.


El país se divide en tres zonas claramente diferenciadas. La región del Pacífico, salpicada por numerosos lagos y volcanes, es la más visitada; no en vano es éste el lema empleado por la agencia del turismo en Nicaragua. Explicaré más acerca de los lugares interesantes que visité en un diario de viaje separado. Al otro lado del país está la región del Caribe, selvática y de accesibilidad complicada, con pueblos de nombres ingleses y en los que el español deja paso al meskito de los nativos como idioma predominante. Por último, están las montañas del centro y norte del país, de clima más templado -hasta cierto frío por las noches, pero nada comparado con lo que hará ahora en diciembre en Europa- y economía basada en la tierra: cultivos de tabaco, maíz, y el más importante: café. Plantación, cuidado, cosecha, en innumerables fincas pobladas por trabajadores de la zona, que lamentablemente cobran menos de lo que sería justo por unas tareas manuales tan arduas. Aquí es donde me encuentro estas semanas, en el departamento de Nueva Segovia, a pocos kilómetros de la frontera con Honduras. Donde por cierto tuve un desafortunado desencuentro con la policía.

Policía que, como todo organismo público, esta fuertemente politizada, lo cual, como bien sabemos los españoles, no hace más que multiplicar los episodios de corrupción y asentar a los partidos en el poder. El sandinismo, como el chavismo venezolano, está presente en muchos ámbitos de la vida de los nicaragüenses, no sólo en los servicios públicos de un estado socialdemócrata al uso como la educación, sanidad, justicia o la mencionada policía, sino también en detalles más sutiles: banderas rojas y negras del partido sandinista al lado de la de Nicaragua, mismas banderas pintadas en farolas y vallas, el lema "Nicaragua unida, triunfa" en autobuses y aeropuertos, propaganda subliminal o no tanto en la radio (entre bachata y cumbia)... La responsable del proyecto del voluntariado me ha contado acerca de ello y, a pesar de ser un gobierno elegido en las urnas, se podría considerar dictadura encubierta. Es un estado que proporciona lo justo y suficiente para el ciudadano, pero limita todo lo demás. Ella tiene que quedar por skype con un amigo suyo de Dubai para comentar los libros que lee. Si lo hiciera con compatriotas, le mirarían mal. Sea como fuere, sirva esto simplemente como introducción a la situación política del país, tema polémico en el que no tengo intención ni ganas de profundizar aquí.

Sí voy a explicar más en detalle lo que ando haciendo estos días de voluntariado. La semana pasada la pasé en una finca de café en las montañas de Dipilto, que fue comprada hace pocos meses y estaba muy descuidada antes. En ella los nuevos dueños van a invertir tiempo y dinero para arreglarla y acondicionarla de tal forma que en dos o tres años dé café de calidad o especial. Conviví con los trabajadores, que ahora mismo están quitando la maleza a base de machetes, con el riesgo de autocortarse que esa herramienta conlleva. Ganan el equivalente a 4€ al día por 8 horas de trabajo, muy poco hasta para el país, pero al menos reciben también alojamiento y comida los seis días de trabajo a la semana. Están deseando que llegue la cosecha para ganar sobre 1€ por cada lata de café recogido, siendo habitual que cosechen de 5 a 12 latas al día. Mi aportación fue más bien escasa, un par de días ayudamos con labores de jardinería, y el resto nos dedicamos a recorrer la finca y recibir clases en campo sobre distintos aspectos de la cultura del café por parte del coordinador de voluntarios: variedades, plagas y enfermedades, técnicas de despulpado, lavado y secado, y un largo etcétera. Para alguien sin idea previa del tema y al que antes no le gustaba el café -es que aquí es otro rollo-, no está nada mal. La larga cadena hasta llegar a la taza en casa se completa con los exportadores e importadores, y los procesos de tostado y molienda. Conocimos a unos americanos que desempeñan estos roles en EEUU y estaban de visita a las fincas, y aprendimos mucho de ellos, a lo masterclass de los realities. Estaban aquí en Nicaragua para comprar directamente a los productores y eliminar intermediarios, a cambio de mejorar las condiciones de vida y salario de los trabajadores. Gente que no se conforma con el status quo y quiere cambiar las cosas a mejor, gente admirable.


Los fines de semana los he pasado en Ocotal, capital del departamento, en casa de la ya mencionada responsable del proyecto y una de las dueñas de la finca. Íbamos a haber hecho una cata pero no pudo ser. A través de ellas es como el café recibe una puntuación que lo clasifica según su calidad, como en el mundo del vino. Y esta segunda semana la he pasado en casa de una familia nicaragüense en el pequeño pueblo indígena de Mozonte, ayudando en su huerta privada a recolectar y desenvainar (a base de porrazos) frijoles, y a cosechar café maduro, todo para consumo privado así que no hay problema de recoger granos de peor calidad o de estar quitándole el pan a los trabajadores de una finca. Se nota la diferencia en los palos: allí en la montaña no pasan de los dos metros para que crezca a lo ancho y se coseche más fácil y rápido, y se cortan a los cinco años máximo para que nuevos recepos más eficientes los sustituyan; aquí en la casa los palos tienen treinta años y son bien altos, hay que investigar cómo doblar las ramas cargadas, que crecen hacia arriba en busca del sol, para llegar a sus frutos. Es un trabajo tranquilo y agradable, ya que hay bastante sombra a ras de suelo, mariposas te pasan al lado y se escuchan los petardos de las celebraciones de la Purísima Concepción y de la Virgen de Guadalupe de esta semana. Y no hay el estrés de cobrar por producción. La parte mala: las picaduras de hormigas y orugas que se esconden entre las hojas. Lo sé, no es para tanto.


Mentaré un par de cosas negativas para que no se diga que sólo escribo acerca de lo positivo y tuani (guay): la gastronomía y el trato de sus gentes. En cuanto a lo primero, las comidas suelen ser de tres tipos: arroz y frijoles, frijoles y arroz y gallopinto (arroz, frijoles y cebolla cocinadas en una masa homogénea). Siempre con tortillas (de maíz, quién pillara la de patatas). Y un cuarto ingrediente que varía entre queso fresco, huevo, o carne. Desayuno, comida y cena. Sí, es lo que estáis pensando, muy repetitivo. Pero es lo que comen aquí las familias ya que es lo barato y de fácil producción, así que me toca adaptarme. El empacho que me voy a coger estas Navidades a todo lo que no sea arroz y huevo va a ser épico. Ya que he empezado con el tema gastronomía, tienen platos ricos, como el vigorón, la sopa de res, el baho o los nacatamales, e ingredientes nuevos como la yuca, la malanga o más verduras con nombres que no me apunté, además de frutas como la granadilla o la chicha con las que hacer frescos (nada de refrescos, esto es como lo de estregar y restregar) o jugos riquísimos. En cuanto al trato, no es que sea malo, pero son muy ariscos, especialmente si se ponen en comparación con los habitantes del sudeste asiático, que siempre tienen una sonrisa en la boca al saludarte cuando se cruzan contigo por la calle. Aquí son miradas toscas, casi agresivas, en la mayoría de los casos por parte de los hombres. Las de las mujeres son más de curiosidad. Los jóvenes te sueltan un "hello how are you?" con un hilo de sorna que personalmente no me gusta nada. Y los niños pequeños te ven y piden un córdoba o un dólar con desgana y sin ninguna insistencia, sólo por probar. Además, demuestran muy poco entusiasmo para saludar, agradecer o despedirse: "a la orden", " dale pues". Cierto es que cuando les conoces más a fondo son más abiertos y acogedores. Pero en las primeras conversaciones, también en las tiendas u hostales, son bastante ariscos. Creo que es algo general de Latinoamérica por lo que recuerdo del Perú, veremos en Costa Rica.

Comienza la cuenta atrás! Por un lado con ganas de volver ya, por otro pereza máxima.

1 comentario:

  1. Me tengo que dar por aludida en lo de "estregar/restregar" verdad? jajajaja

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