viernes, 2 de octubre de 2015

Viajeros empedernidos

Se acabó la etapa africana del viaje. Llevo ya unos días por el sudeste asiático, pero aún no había sacado tiempo para escribir algo para el blog. Ahora, ya en una habitación sola para mi, en una planta del hotel ocupada por familias malayas e hindúes que sospecho residen permanentemente aquí, y en una ciudad en mitad de Malasia en la que solo caemos atrapados los incautos que perdemos los últimos buses del día en dirección a lugares más turísticos, es un buen momento para ello.

De momento no he encontrado lugares paradisíacos, exóticos, impresionantes, que corten la respiración, de esos que subes fotos a las redes y envías a los veinte grupos de whatsapp para dar envidia enseñar dónde estás. Me da que los malayos o google hacen un poco de trampa con las fotos que se ven en internet. O igual estoy teniendo mala suerte, o el tiempo de la temporada húmeda no ayuda. Un cielo azul bajo un sol abrasador siempre sube varios puntos a las fotografías, potencia las experiencias y asienta los buenos recuerdos de los viajes. En una semana, sólo he visto el cielo blanco de nubes, el horizonte difuminado del humo procedente de los incendios (deliberados) de Sumatra, y las lluvias monzónicas intensas aunque, por suerte, cortas.

Tampoco es que me importe, porque no es que haya venido expresamente por eso y porque paisajes paradisíacos tenemos en España, no hay que irse tan lejos. Lo que de momento más me ha fascinado es la experiencia de conocer a gente que ha viajado mucho tiempo y por muchos lugares, casi siempre en el sudeste asiático, donde el dinero cunde de lo lindo. Llamémosles los viajeros de larga duración.

Kuala Lumpur es el hub de AirAsia. Para el que no lo conozca (osea, para el que no haya viajado nunca por este rincón del mundo), AirAsia es el equivalente a Ryanair por aquí. Vuelos entre Australia, China, Vietnam, Laos, Camboya, Myanmar, Tailandia, Malasia, Indonesia, Filipinas, India... a partir de 20-30 míseros euros. Sin tener que reservar con más antelación que una semana. Esto hace la capital de Malasia el perfecto lugar para esperar al vuelo en oferta al destino señalado, y los viajeros de larga y también corta duración habitan sus albergues y hostales.

La noche nada más llegar, conocí a varios de ellos. El ritual de aproximación es fácil, ya que son gente sociable. ¿Dónde vas, dónde has estado, cuánto tiempo llevas viajando, cuánto más te queda? Un chico llevaba dos años viajando y se volvía al día siguiente. Cuatro meses en la India le habían hecho cambiar el modo de ver la vida, e invitaba al resto a dejar atrás prejuicios e ir: "Just fucking go to India". Una chica llevaba 14 meses sin volver a su ciudad. "I simply got sick of England". Estaba esperando tranquilamente su visado de Australia para ir a trabajar y hacer dinero para seguir viajando. Otro chico volaba en pocas horas a una playa perdida de Filipinas para esperar de una forma barata a la temporada de la recogida de la fruta también en Australia, donde proseguía su viaje de varios meses. 

Por lo que parece, todos estaban dispuestos a gastar hasta el último euro, dólar o libra de sus ahorros, incluso en endeudarse, con tal de seguir en movimiento, de vivir el momento. En mi opinión, una postura un poco idealista, hasta irresponsable, pero de alguna forma admirable. Nadar a contracorriente.

Y ahí estaba yo, recién llegado a KL, sin más reserva que las dos primeras noches allí y preparado para dejarme llevar donde me guíen los experimentados. Y la Lonely Planet, claro.

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