lunes, 2 de noviembre de 2015

Borneo, diario de viaje

No son estas entradas de repasar los lugares por los que he pasado las que más me gustan, pero las otras más temáticas no se me ocurren con tanta frecuencia, necesito inspiración. Sin embargo, hay lobbies en la sombra interesados en que no se reduzca la frecuencia de actualizaciones, y he de cumplir con estos grupos de presión (hola, mamá). Así pues, aquí viene un resumen de mis dos semanas y media en Borneo.

A modo introductorio, comentar que Borneo es la tercera isla más grande del mundo, después de Groenlandia y Nueva Guinea. Administrativamente se divide en tres países: el sultanato de Brunei, el estado indonesio de Kalimantan y los estados malayos de Sabah y Sarawak. En estos últimos es donde he estado, por varias razones: visados (en Malasia tienes 90 días on arrival), infraestructuras (Kalimantan esta muy poco desarrollado), facilidad para volar y mayor cantidad de viajeros y mochileros. Básicamente, mayor comodidad a cambio de menor aventura. Todo esto es también por lo que alteré la ruta original de ir a Sumatra, Indonesia.

Supongo que a muchos de vosotros, como a mi cuando empecé a considerarla como destino, Borneo os trae a la mente la idea de selva virgen, exploradores abriéndose paso a través de frondosos bosques y ríos afestados de cocodrilos, tribus indígenas que viven en comunión con la flora y fauna y, en definitiva, naturaleza en su estado más puro. Lamentablemente, esto (ya) no es así, y la deforestación para dejar hueco a las plantaciones de palma de donde obtener aceite afecta a una gran proporción de la superficie original de selva. En mis trayectos en autobús a lo largo y ancho de Sabah, en el norte, el 90% del tiempo el viaje transcurre entre plantaciones, y las palmas se extienden hasta donde abarca la vista. En palabras de un malayo que trabaja en una plantación, si sigue al mismo ritmo, en 10 años no quedará prácticamente nada. Muchas especies de plantas y animales, la más conocida por todos el orangután ("el hombre del bosque"), están ya en peligro de extinción, ya que hemos destruido su hábitat natural. Ver unas criaturas tan humanas y pensar que futuras generaciones posiblemente no los vean, da mucha rabia. Y también impotencia, ya que probablemente sean las ganancias a causa de estas plantaciones las que hayan llevado a Malasia a ser uno de los países más prósperos y ricos de la zona. Lo he notado nada más pisar suelo indonesio. Me voy de la isla con las ganas y la promesa personal de ver algún documental acerca de este tema.

La deforestación, actualmente concentrada en Indonesia (Sumatra y Kalimantan), al realizarse mediante incendios controlados, es la causante de una nube de humo o smog que este año en concreto lleva durando semanas. A mi me ha afectado tanto en la Malasia peninsular como algunos días en Sabah, e incluso se oye en boca de otros viajeros que ha alcanzado lugares tan lejanos como Tailandia o el sur de Indochina. Un problema adicional que no sólo fastidia las vistas y las fotos a los turistas, sino que estropea la calidad del aire que respiran las personas que la padecen a diario, hasta el punto de hacer que los niños permanezcan en casa y no vayan a clase por indicación de los gobiernos.

Kota Kinabalu (2 noches):
Capital del estado federado de Sabah, no es una ciudad con encanto ni atracciones turísticas más allá que un mercado nocturno con una gran variedad de pescados frescos. Aquí se aterriza desde KL y se toma como punto de partida. No pocos visitan las islas cercanas como Gaya, Sapi o Mammukan para hacer snorkel o buceo, aunque en palabras de una chica que vivió aquí, están llenas de chinos que escupen y roban corales. Otras excursiones de día incluyen visitas a "pueblos culturales" donde descubrir las formas de vida tradicionales de las tribus originales de la zona (imagino que adaptadas a los tiempos de los smartphones) y también al monte Kinabalu, el más alto de la isla y del sudeste asiático. Antes del terremoto de junio podía escalarse y subir a la cima, ahora la ascensión está cerrada y la ruta siendo rehabilitada. Una suerte para mi, porque la excursión era bastante cara. Como muchas cosas en Borneo, para desgracia y lamento del viajero con presupuesto limitado.
En mi hostal aquí dormí acompañado. De unas simpáticas criaturas llamadas chinches. Era la segunda vez en el viaje que me picaban, y las picaduras eran mucho menos intensas. O me estoy volviendo más resistente a sus picaduras o bien eran menos esta vez. Para mi que lo último, ya que las del hostal decían que limpiaban todos los días. Entre búsqueda y caza de chinches conocí a Jule, la alemana que ha sido mi travel buddy -compañera de viajes- estas dos semanas en Borneo.

Río Kinabatangan (2 noches):
Primera toma de contacto con la naturaleza de la isla. Dormimos en un refugio al lado del río, con un muelle desde el que salían las barcas con las que dábamos una vueltecilla en busca de fauna salvaje. Es posible ver orangutanes en libertad, pero yo no fui tan afortunado. Lo que sí vi fueron monos proboscis, con una nariz grande y característica. Hornbills, o aves con pico en forma de cuerno. Familias de macacos. Pájaros de colores. Ranas, arañas, escorpiones, lagartos y demás animales así ya menores. Lo más fácil es que veáis las fotos. Gracias cámara por tu mega zoom.






Sepilok y Sandakan (3 noches):
Si Mahoma no va a la montaña... Ya que no vimos orangutanes en libertad, fuimos a un centro de rehabilitación a donde los llevan cuando los encuentran perdidos sin su familia. Les enseñan las habilidades que deberían aprender de su madre, como a buscar alimento, hacer nidos en las ramas, trepar... Cuando están ya totalmente capacitados para vivir en libertad, simplemente se pierden en la selva (el centro no está vallado) y, con suerte, no volverán a tener contacto con el ser humano.
Un día en Sandakan, antigua capital de Sabah venida a menos, lo usamos para descansar. Lavar la ropa, vaguear en el hostal, comer con tranquilidad, planear la logística de los días siguientes. Algo inherente a viajar sin la ruta predefinida, y necesario de vez en cuando.




Semporna y Mabul (4 noches):
La isla de Sipadan es, según el conocido oceanógrafo Jacques Costeau, la mejor del mundo para bucear. Es sólo accesible para buceadores avanzados, y la tasa a pagar a las autoridades encargadas de su conservación es bastante elevada. Nosotros hicimos el curso básico, el Open Water, en Mabul, una isla cercana a Sipadan. Pudimos ver tortugas marinas, rayas, morenas, barracudas, peces como el de buscando a Nemo, serpientes marinas, peces piedra, peces escorpión, e infinidad de peces de todos los colores y tamaños.




Kudat (2 noches):
Estancia con una familia de locales en el norte de la isla, el llamado Tip of Borneo. Fui con ellos a la iglesia, y me invitaron a la celebración de cumpleaños de los niños que cumplían años en el mes de octubre. Fue una comida con todo el pueblo, en la que obviamente llamaba la atención el extranjero y la comunicación conmigo era por gestos. También nos llevaron a ver las plantaciones de arroz de las que se autoabastecían varias familias, en la parte descubierta de atrás de un camión con tracción a las cuatro ruedas por caminos de tierra. De nuevo, palmas por todos lados. Por último, nos descubrieron una playa secreta en un pueblo desconectado del turismo, con aguas cristalinas.
Esta experiencia local fue una de las mejores de estas dos semanas en Borneo, sin duda. La gente vive de forma humilde, sobre todo en lo que a la vivienda se refiere, pero no lo consideraría pobreza, en comparación con Ghana. Aquí tenían comida, un techo, televisión y smartphones.






Kuching (4 noches):
Sacrificando ver media isla de Java, volé para tres días a la capital de Sarawak, en el suroeste. De momento, es el lugar más cercano al Ecuador en el que he estado, a apenas grado y medio de latitud. En el parque nacional de Bako volvimos a ver monos narigudos, además de jabalíes salvajes, macacos ladrones, plantas carnívoras, cangrejos enormes, acantilados, playas y manglares. Totalmente imprescindible en la zona, a diferencia de un museo cultural con casas tradicionales de las tribus originales, que fue un poco decepcionante. Las llamadas longhouses eran y son casas comunitarias en las que viven varias familias. Con el tiempo y para acoger nuevas familias se iban expandiendo a lo largo, de ahí su nombre.
El hostal fue de los mejores que he estado, y la gente en ella, muy simpática y amigable, con ganas de hacer planes comunes. De hecho, un día salimos de bares y descubrimos la vida nocturna de la isla, siendo el centro de atención de allá donde fuéramos. Lástima que tuviera ya comprado el vuelo a Java, me hubiera quedado hasta Halloween con ese grupo. No siempre se puede improvisar, lamentablemente.






Y ahora me encuentro en Java, en Indonesia, donde ya no hay niebla y el sol pega de lo lindo. Últimas dos semanas en el sudeste asiático.

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