miércoles, 25 de noviembre de 2015

Indonesia, diario de viaje

Siempre dejo el blog para el último momento, soy lo peor. La excusa de que no tengo tiempo como que es menos creíble cuando he tenido ni más ni menos que 55 horas de viaje (siiiip, más de dos días seguidos) en las que podía haberme dedicado a ello. O horas muertas en el barco de los últimos días en el Sudeste asiático -pero 1986 de Orwell estaba tan interesante...

Indonesia, Indonesia, Indonesia... Sentimientos encontrados tengo con este país del que sólo he viajado una pequeña parte. Pequeña introducción: un total de alrededor de 17.500 islas componen este macro país-archipiélago, desde la amenazada y poco querida Sumatra al oeste hasta la lejana y exótica Papúa al este, pasando por las menos conocidas pero que pronto saltarán a la escena turística Sulawesi (Célebes) y Flores. Tras China, India y EEUU, es el cuarto país más poblado del mundo, con la mitad de sus habitantes viviendo en una de esas islas, Java. La mayoría de la población es de religión musulmana como en Malasia, con la turística e hinduista Bali como la excepción más notoria a la norma.

En comparación con Malasia, el país es más barato claramente, exceptuando, otra vez, a Bali. La comida es contradictoriamente similar pero distinta, "same same but different". Malasia en esto es imbatible. La gente por lo general tiene un menor nivel de inglés y eso hace que sean menos abiertos, o esa sensación es la que me llevo. Y pega mucho, pero mucho más el sol, por los simples motivos de cercanía al ecuador y que aquí no había la niebla continua de los incendios. Caprichos de los vientos.

No entré en el país con buen pie. Me cobraron un visado a la llegada que no esperaba por entrar por un aeropuerto menor, y el joven que me ayudó aprovechó para llevarse una suculenta comisión. No tenía descargadas las indicaciones al hostal y tuve que pagar un taxi por diez veces más de lo que hubiera costado el autobús. Todos los que me hablaban en la calle central querían lo hacían con el objetivo de sacarme los dineros intentando colocarme pinturas tradicionales falsas. Tampoco acabé con mejor pie: la erupción del volcán Rinjani en Lombok, la isla al este de Bali, originó una nube de cenizas -como la del islandés Eyfaljallajokull en 2010- que causó numerosas cancelaciones de vuelos. Incluidos el de un amigo que me venía a visitar con todo ya medio planificado, y el mío hasta Sydney. Por esto y porque no estaba dispuesto a quedarme varado en Bali como cientos de australianos, tuve que continuar hasta América con un "pequeño" rodeo.

Por contra, hubo muchas buenas experiencias, que relato a continuación en cada párrafo.

Yogyakarta (5 noches):
Enclavada en Java Central, es la ciudad universitaria de la isla y su mayor atractivo turístico son los dos impresionantes templos de Borobudur y Prambanan, budista e hinduista, respectivamente. En ellos, acababas harto de los jóvenes locales que te usaban para practicar inglés y te pedían selfies cada media hora. El volcán Merapi, de los más activos en la actualidad, observa la ciudad desde las alturas y asusta a sus habitantes cada pocos años.
Un cúmulo de casualidades, o el destino, quiso que acabara en un albergue cuyos dueños se proponían que tanto ellos como los huéspedes fuéramos como una pequeña familia, y lo conseguían. Celebramos el cumpleaños de la dueña con comida javanesa (de Java, vamos) cortesía de sus padres. Me ofrecí y atreví a cocinar tortilla de patatas (ese momento crítico de darle la vuelta). Fuimos todos juntos al museo y me dejaron conducir la moto por esa caótica ciudad. Incluso un muchacho local se abrió a contarnos cómo es ser homosexual en un país como Indonesia. Les debo una review en tripadvisor, que tampoco he tenido tiempo ^^.





East Java (2 noches):
Interminables trayectos en minivans me llevaron a la provincia de Java Oriental. Todos los turistas hacemos la ruta Bromo-Ijen y salimos en dirección a Bali, pero por las ventanillas se veía mucho más potencial a la región: pueblos en laderas de montañas rodeadas de nubes, o quizás sean volcanes humeantes, cultivos en terrazas, clima templado de la meseta en comparación con el calor sofocante de las tierras bajas.
Un madrugón fue para ver el amanecer sobre el volcán Bromo y el "mar de arena" que lo rodea, sagrados para los hindúes, que se refugiaron en esta zona cuando arribó el islam y desplazó a las otras religiones que predominaban en la isla. Creo que ha sido el momento que más frío he pasado, al salir de la cama a las 3 de la mañana a esas alturas. Voy a tener un shock térmico cuando vuelva directito al invierno.
El segundo madrugón, si se puede considerar como tal el despertarse poco después de la medianoche, fue para ver el llamado blue fire, que realmente no es fuego azul, sino llamas azules que toman ese color del alto contenido en azufre. Para verlo hay que llegar al cráter del volcán Kawah Ijen antes de las 4 de la mañana, con una caminata a oscuras y con una máscara de gas. Además, se ven las duras condiciones de los mineros, que extraen el azufre sin protección ninguna y cargan hasta 70kg del mineral cráter arriba a pulso.






Bali y Lombok (5 noches):
Como mi amigo no pudo venir por culpa del dichoso volcán, y lo había planificado él todo, no tenía muchas ganas de ver la isla sin él, que ya bastante con que le fastidió las vacaciones. Así que, dejando Bali para en otra ocasión, decidí tomar el ferry a la vecina Lombok y de ahí contratar un viaje en barco con el objetivo de ver los dragones de Komodo.
Las dos últimas noches en Bali después del barco me las tomé con calma para lavar, escribir, leer, relajarme y también estresarme una vez me enteré de que mi vuelo estaba cancelado.
De lo que vi, la capital cultural Ubud era fascinante a cada paso, el hinduismo predominante se respiraba en cada esquina, y en la capital de la fiesta Kuta había mas australianos que locales.

Barco a Komodo y Flores (4 noches):
Desde un destartalado puerto en las faldas del majestuoso (e hijo de fruta) Rinjani partía el barco que sería mi hogar los siguientes cuatro días y sus correspondientes noches. Junto a otros 30 pasajeros y 9 tripulantes, atracamos en idílicas playas con corales para hacer snorkel, nos tiramos desde la borda para nadar hasta la costa y, ante todo, disfrutamos de unos amaneceres y anocheceres espectaculares y de una bóveda celeste totalmente estrellada, perdiendo la cuenta de las estrellas fugaces que surcaban el oscuro cielo sin luna. Al dormir al raso en la cubierta, éste era el techo de mi habitación.
Los dragones de Komodo, que sólo pueden encontrarse en las islas de Komodo y Rinca en Indonesia, son unos lagartos gigantes, de hasta 3 metros de longitud, peligrosos tanto para los humanos como para sus crías, ya que son caníbales. Sus movimientos son lentos y parecen inofensivos, pero en corta distancia pueden emboscar a su presa con gran rapidez. Se guían a través del olfato con su viperina lengua amarilla.






Escribo estas líneas desde la idílica isla de Ometepe, en Nicaragua. Me han aceptado como voluntario en una finca familiar para ayudar en la temporada de recolecta del café. Nunca me ha gustado, pero quién sabe, igual no es mal momento para aprender (obligarme) a saborearlo.

Comienza la cuenta atrás, último mes...

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